Fuiste mi otoño,
me desnudaste
a remolinos de amor
y a vendavales
Jirones de mí
cubrían el suelo.
Me soplaste los
colores y
sin más piel que
arrancar
me abandonaste en
un invierno
azul-helado.
Me abandonaste a
mí,
que sólo quise
ser tu primavera,
llo-
ver-
te
a ratos
y verte florecer.
Llegué tarde,
vivías tu último
verano,
-olías a tormenta-,
las flores ya
frutos,
el alma hueso.
Jugabas con
ventaja:
conocías todas
las estaciones y yo
yo aún no sabía para qué servían mis espinas.