Viajar
en metro
o cómo
se desgasta el amor
A los trenes no los mueven las
ganas
los mueven mil quinientos
voltios
de corriente continua
Prohibido el acceso con globos metálicos.
Fuimos hora punta,
tren lleno de vida,
sentimientos derramados,
desenfreno.
Cruzar los tornos tiene precio.
Somos quince
minutos de espera,
baladas a deshoras,
ésas con quien nadie
quiere
compartir vagón.
Las taquilleras agradables
son ahora máquinas
expendedoras de billetes.
El trayecto tiene precio.
Los pasillos llenos de músicos
a quien lanzar sonrisas
son con fluorescentes
a medio asta
refugio de yonkis.
Como las grandes estaciones
el amor tiene varias bocas
de salida.